miércoles, 8 de octubre de 2014

Es todo un caballero

Me saluda y dice -por favor, no te acerques a mi-.
Yo, que me imaginaba por donde iban los tiros le pregunto qué ocurre -tengo miedo de que me contagies alguna enfermedad infecciosa-
Pese a mis intentos por transmitirle tranquilidad y confianza, él aboga mejor por autodefenderse del peligro inminente respecto al virus.
Más tarde, hablando con su mamá a la cual vamos a llamar Adela, me dice que viendo las noticias se sugestiona gravemente viendo aquellas que le impactan más, por lo que decide a partir de ahora, limitar adecuadamente qué podría ver y que no.
El caso es que el viaje se hace silencioso y de distancia muy ancha. Consigue, en la media hora que tardamos en llegar al instituto, no tocar nada con las manos. Bromeo para romper el hielo y para intentar evadirle de su preocupación, pero no lo consigo. Álex está pensativo y no precisamente centrado en rediseñar gráficamente el Metro de Madrid como es usual en él.

Ha sido un día un poco raro. Álex suele estar más animado y enérgico a la ida que a la vuelta. Hoy Miércoles, siendo al revés, cuando le recojo parece tener la misma cara de siempre, la pícara que todo lo sabe y todo controla. Tiene un compañero de padre italiano que según él tiene un problema mental (así es como lo define). Me dice: -tiene 16 años y es inteligente pero, tiene dañada la inteligencia al 25 por ciento, aunque lo que verdaderamente tiene dañado es lo "social" al 75 por ciento; incluso así, es todo un caballero-.
No tengo muy claro si Álex estaba proyectando mientras me lo contaba. Es curioso, como dice él, la forma que escogemos de utilizar las palabras; a veces Álex, parece un prospecto médico.

Al final solventamos bien el día, incluso le vuelvo a ver a escondidas sonreír. Tiene la capacidad de dormirse de pie y sin soporte, como los caballos. Demasiados poderes para digerirlos en un solo día.

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